domingo, 30 de mayo de 2010

EL AMARGOR DE LAS MENTES CERRADAS. Josefina Núñez

En las primeras páginas encuentras ya la semilla del libro, la excusa, el círculo concéntrico al que desea el autor que me dirija: “Mapa de los amantes perdidos”. Cuando terminé el libro me imaginé al autor, Nadeen Islam, diciéndome, “¿Ves? ni uno puede amar libremente. ¿Ves?, el amor es más fuerte que la esclavitud y la cultura opresiva”, o sea, que la estela del encabezamiento te sitúa perfectamente en la incognita esencial de la novela al modo de dónde está Wally. Los amantes están emparentados con una familia Pakistaní ubicada en un pueblecito de Inglaterra. Un pueblo formado por grupos endógenos alrededor de una mezquita, un templo y una iglesia.

Forré este libro con una fotografía de un curioso y asombroso bosque de bambú que encontré en un periódico nacional. Grandes rayones de troncos de bambúes de diferentes verdes se abrían para darle paso a un sendero escalonado de piedra por el que se enfilaban los transeúntes con paraguas de diferentes colores. Parece como si el frescor del lugar me llegara cada vez que dejaba parar mi tiempo en esa imagen, como ahora. Kyoto y su cultura oriental envolviendo la cultura Pakistaní y yo camino a Tarifa para ver un documental del festival de cine africano. Ni los africanos son una unidad, ni los bosques de bambúes existen con exclusividad en Japón, ni los Pakistaníes son radicalmente intolerantes.

Y el autor me lo transmite. Con el personaje extremista de Kaukab, la madre, me zarandea la dignidad y me empuja hacia el posicionamiento de la conquista de los derechos humanos fundamentales para todos los seres humanos. Sabiendo que esta línea de generalización es lenta, en el libro, se percibe como ineludiblemente las nuevas generaciones se abren al mundo como redes tridimensionales movibles y entonces, se confrontan o huyen de sus núcleos primarios, hacia la llamada de la libertad y del respeto a la diferencia. Algo inevitable por las relaciones abiertas provocadas por las características contextuales, los medios de comunicación y las tecnologías de la información. Pero también, por ser inherente a los grupos humanos, que ante los problemas nuevos, se plantean en grupo, darles respuestas nuevas.

Me conmueve sus símiles tan exactos y novedosos,la poesía metida entre tanto fango que acentúan más, su afabilidad y melosidad, cuanto más cruel y cerrado sea lo que se lea. Contrastes de emociones tildadas, hechas intensas por el amargor de las mentes cerradas y por la dulzura extraordinaria de la lírica.
“La hierba está alta como cuchillos y tiene el mismo verde que las mariposas” “La brisa acaricia su rostro con la levedad de una pluma” “Dos imágenes ondulantes como un papel flotando sobre la corriente de agua”…

Los nudos del libro se resuelven y se esclarecen en la última parte llamada “Otoño”, con la soledad como consecuencia empinada del ultraje y el cerrazón. Se lee: “hasta un árbol se seca cuando se queda solo”. Por el contrario, nosotros, los miembros del club nos despedimos hasta finales de septiembre llenos de savia y nos intercambiamos algunos libros preferidos para el verano. En otoño volveremos a encontrarnos.

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