Salwa Al Neimi, autora del libro “El sabor de la miel” empuja a que hablemos de sexo. Sexo, sin vinculación al amor, sexo como elemento de placer del cuerpo, sexo como necesidad oculta en el disimulo de la cultura y la religión. Quiere que hablemos de sexo como un área básica que hay que liberar para ser saciada. Desea que disfrutemos de nuestro cuerpo, que paladeemos la miel del sexo y que captemos la diferenciación entre el placer corporal de la compañía, la lealtad y la fidelidad, de la traición, tomando como referencia nuestra propia experiencia reflexiva. Y sí lo consigue. Nos preguntamos cosas ¿Es amor la posesión y dominio del otro?¿de qué nos tenemos que liberar? ¿Qué es la liberalización del sexo? ¿El sexo entre sexos iguales o diferentes? sexo, género…Lo consigue. Hablamos de él, de lo que nos parece y de lo que no. Lo consigue en un ambiente entre los miembros del club, a mi modo de ver, simpático, picaresco, con la confidencialidad implícita en los gestos y risas, ajustándonos al cariz adolescente de lo privado.
Observo que la autora pretende remover las aguas mansas que esconden turbulencias en sus fondos, corrientes inevitables de aguas frías y cálidas que conforman la variabilidad del desarrollo humano y de sus manifestaciones El área sexual tiene en cada persona su propio andamiaje y la cultura la condiciona a su antojo por los hilos del poder y la dominancia. Volvemos a la consideración del ser humano y su propia intersubjetividad, sus necesidades específicas, su tendencia natural, y la gradual adaptabilidad al medio social y cultural. ¿Todo está permitido en el ámbito sexual si los participantes están de acuerdo?
La novela trata de una mujer interesada en los contenidos eróticos de los libros clásicos del mundo árabe. Los busca en la Biblioteca Nacional, donde ella trabaja. El director descubre su interés y aprovecha sus conocimientos para que participe con un estudio sobre sexualidad, en la exposición titulada “El infierno de los libros” que se celebrará en Nueva York. Hecho que al final, se suspende por cuestiones económicas y de seguridad. Entonces ella se plantea publicar el libro. Este libro “el sabor de la miel”. En el último capitulo, se hace evidente la fusión entre la protagonista y la autora, aclarándonos, a los lectores, quien es el pensador y por qué escribe el libro. Propicia así una característica de la literatura actual: la protagonista es la autora, literaria o real, en todo caso las une.
Ella refleja en los capítulos del libro sus pensamientos. Escribe sobre los matrimonios de placer, el agua como fuente de incitación al placer, el hamman como lugar de transmisión oral de conocimientos entre mujeres, historias de sexo dramáticas por ignorancia, los disimulos en el mundo árabe, la educación sexual, los éxtasis del cuerpo… temas que se expresan provocadores de la conversación en las tertulias del club.
Curiosamente introduce un fantasma que se camufla durante la lectura en posibilidades. Es la figura de El Pensador. “con un antes y un después de conocerlo”. Parece que es esa persona que ha favorecido que la protagonista descubriera las posibilidades de placer de su cuerpo. Sin embargo, también es la fusión de todas sus experiencias sexuales, pero también es el pensamiento mismo desarrollado en este libro sobre la sexualidad, pero también es la oportunidad que surge para conocerlo. Por eso en el último capítulo lo expresa así:
¿Qué o quién es El Pensador? Incita al lector a buscarlo y definirlo con precisión. Yo entiendo que el pensador es la oportunidad que tiene el ser humano de liberarse sexualmente, de abrir y conocer el propio cuerpo con las experiencias, reflexionando, probando. Pero se puede perder “por una palabra, por un encogimiento de hombros, por una torpe justificación, por un miedo atávico y ridículo, o por reglas de un juego a cuyas leyes desconocemos. Algunos viven y mueren sin encontrar a ese otro indispensable…, sin conocer los derroteros de su propio cuerpo ni los de los cuerpos de los demás”
Por otro lado, la protagonista reconoce que fue ella la que encontró el sentido y la liberación sexual a través de su experiencia. Pero es honesta: nos dice: no deja de ser una artimaña literaria en este caso, o sea, en la novela. No perdamos de vista su invención. Él, El Pensador, es el tema de la narrativa. Por eso, al apartarse al eliminar el dique, desaparece la esclavitud en las creencias y en los disimulos, para ser ella misma. El Pensador son todas las experiencias sexuales conocidas. Cuando se le identifica surge la persona libre que escribe: la autora.
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