Es una novela realista en la que se visualiza, no solo personajes fácilmente reconocibles actualmente o de mi infancia, sino también una Medina que pudiera servir de referencia para imaginarse otras medinas. El realismo es visual y las personas del club que conocen o han vivido en la ciudad de Fez, la reconocen tal como se describe.
Este es el contexto urbano y social de la novela: la Medina, Fez, sus alrededores. Ubicada en un entorno de tránsito político hacia la independencia del país, reivindica en los ensueños de su gente, a través de una luna llena cuyo rostro figurado del sultán Ben Yúsefn, relegado a Madagascar y graciosamente llamado “Madame Cascar” por Dris el patriarca de la familia, y que mengua como el satélite, como digo, reivindica, ahora que lo pienso y paradójicamente, la autogobernación con la guía de un espectro, o, pudiera ser lo mismo, el futuro incierto con el pasado infundado. Los pueblos son así, están provistos de corrientes de aire de diferentes temperaturas y a diferentes niveles que se mezclan y se difuminan hasta quedar inciertos su cerco.
Sobre el fondo sociocultural se focaliza al protagonista de la novela, Namus, un niño que crece con las páginas y que llena de universalidad mi mundo interior cuando lo leo. También él es el espejo cándido de mis recuerdos. Josefina.
Aunque no haya vivido en Fez la he descubierto recientemente en varias visitas y el relato de Namus, descubridor, soñador e inocente contribuye a embellecer mi experiencia personal en ella. Laâbi no sólo amplía mis horizontes con respecto a esta fabulosa ciudad sino también y sobre todo refleja en su espejo rasgos cotidianos ineludibles de la vida y cultura de la sociedad marroquí y que me recuerdan a la vida rural de Marruecos recientemente conocida por mí, rasgos éstos que me fascinan de este país. Luna
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