jueves, 18 de noviembre de 2010

Fez en el espejo de Abdelatif Laâbi

A lo largo del mes de diciembre nos adentraremos en los años 50 y 60 marroquíes de la mano del poeta, novelista, dramaturgo, ensayista y traductor del árabe al francés Abdellatif Laâbi. Este autor marroquí se hizo definitivamente popular entre nosotros a raíz del poema "Pueblo de Madrid, perdón", que dedicó a las víctimas del atentado del 11 de marzo. Lâabi recibió en 1979 el Premio Internacional de Poesía, concedido por la Asociación de las Artes de Rotterdam, y desde entonces ha sido distinguido con numerosos galardones, entre los que destaca el Goncourt de Poesía 2009.


En el libro Fez es un espejo: el fondo de la tinaja se nos presenta la medina de Fez, sus usos y costumbres, personajes de otro tiempo que aún pueblan el intrincado dédalo de sus callejuelas, el mundo de la infancia y la primera adolescencia, la escuela, el despertar de la lucha anticolonialista... Además, este relato autobiográfico nos conduce por su infancia tetuaní en la que brilla con especial intensidad la figura de su madre, una mujer española casada con un marroquí, antiguo combatiente de la guerra civil española y afiliado a la Falange.
La obra desprende ternura, alegría y desparpajo de la mano de un tono de comedia que no deja por ello de contar importantes capítulos histórico-políticos cruciales en la historia de nuestro vecino en la otra orilla.

A partir de su prolífica obra literaria en la que ha cultivado todos los géneros literarios, Abdellatif Laabi lanza al mundo mensajes de adhesión a la libertad, a la tolerancia y a la democracia.

Su obra ha sido traducida al español, inglés, alemán, turco, italiano y holandés. Entre los títulos en castellano, además de 'El síndrome andaluz', son reseñables 'Fez es un espejo: el fondo de una tinaja', 'Un continente humano', 'Fragmentos de un génesis olvidado' y la antología poética 'La poesía marroquí. De la independencia a nuestros días'.
Para conocer un poco más a este autor recomendamos la entrevista realizada en http://www.mediterraneosur.es/prensa/laabi_abdellatif.html
Y podemos adentrarnos más aún en sus inquietudes, creaciones e intereses en su página web: http://www.laabi.net/ (en francés).

FELIZ LECTURA!!!

martes, 16 de noviembre de 2010

"Poliedro, Poliamor" por Josefina Núñez Montoya

Salwa Al Neimi, autora del libro “El sabor de la miel” empuja a que hablemos de sexo. Sexo, sin vinculación al amor, sexo como elemento de placer del cuerpo, sexo como necesidad oculta en el disimulo de la cultura y la religión. Quiere que hablemos de sexo como un área básica que hay que liberar para ser saciada. Desea que disfrutemos de nuestro cuerpo, que paladeemos la miel del sexo y que captemos la diferenciación entre el placer corporal de la compañía, la lealtad y la fidelidad, de la traición, tomando como referencia nuestra propia experiencia reflexiva. Y sí lo consigue. Nos preguntamos cosas ¿Es amor la posesión y dominio del otro?¿de qué nos tenemos que liberar? ¿Qué es la liberalización del sexo? ¿El sexo entre sexos iguales o diferentes? sexo, género…Lo consigue. Hablamos de él, de lo que nos parece y de lo que no. Lo consigue en un ambiente entre los miembros del club, a mi modo de ver, simpático, picaresco, con la confidencialidad implícita en los gestos y risas, ajustándonos al cariz adolescente de lo privado.

Observo que la autora pretende remover las aguas mansas que esconden turbulencias en sus fondos, corrientes inevitables de aguas frías y cálidas que conforman la variabilidad del desarrollo humano y de sus manifestaciones El área sexual tiene en cada persona su propio andamiaje y la cultura la condiciona a su antojo por los hilos del poder y la dominancia. Volvemos a la consideración del ser humano y su propia intersubjetividad, sus necesidades específicas, su tendencia natural, y la gradual adaptabilidad al medio social y cultural. ¿Todo está permitido en el ámbito sexual si los participantes están de acuerdo?

La novela trata de una mujer interesada en los contenidos eróticos de los libros clásicos del mundo árabe. Los busca en la Biblioteca Nacional, donde ella trabaja. El director descubre su interés y aprovecha sus conocimientos para que participe con un estudio sobre sexualidad, en la exposición titulada “El infierno de los libros” que se celebrará en Nueva York. Hecho que al final, se suspende por cuestiones económicas y de seguridad. Entonces ella se plantea publicar el libro. Este libro “el sabor de la miel”. En el último capitulo, se hace evidente la fusión entre la protagonista y la autora, aclarándonos, a los lectores, quien es el pensador y por qué escribe el libro. Propicia así una característica de la literatura actual: la protagonista es la autora, literaria o real, en todo caso las une.

Ella refleja en los capítulos del libro sus pensamientos. Escribe sobre los matrimonios de placer, el agua como fuente de incitación al placer, el hamman como lugar de transmisión oral de conocimientos entre mujeres, historias de sexo dramáticas por ignorancia, los disimulos en el mundo árabe, la educación sexual, los éxtasis del cuerpo… temas que se expresan provocadores de la conversación en las tertulias del club.

Curiosamente introduce un fantasma que se camufla durante la lectura en posibilidades. Es la figura de El Pensador. “con un antes y un después de conocerlo”. Parece que es esa persona que ha favorecido que la protagonista descubriera las posibilidades de placer de su cuerpo. Sin embargo, también es la fusión de todas sus experiencias sexuales, pero también es el pensamiento mismo desarrollado en este libro sobre la sexualidad, pero también es la oportunidad que surge para conocerlo. Por eso en el último capítulo lo expresa así:

¿Qué o quién es El Pensador? Incita al lector a buscarlo y definirlo con precisión. Yo entiendo que el pensador es la oportunidad que tiene el ser humano de liberarse sexualmente, de abrir y conocer el propio cuerpo con las experiencias, reflexionando, probando. Pero se puede perder “por una palabra, por un encogimiento de hombros, por una torpe justificación, por un miedo atávico y ridículo, o por reglas de un juego a cuyas leyes desconocemos. Algunos viven y mueren sin encontrar a ese otro indispensable…, sin conocer los derroteros de su propio cuerpo ni los de los cuerpos de los demás”

Por otro lado, la protagonista reconoce que fue ella la que encontró el sentido y la liberación sexual a través de su experiencia. Pero es honesta: nos dice: no deja de ser una artimaña literaria en este caso, o sea, en la novela. No perdamos de vista su invención. Él, El Pensador, es el tema de la narrativa. Por eso, al apartarse al eliminar el dique, desaparece la esclavitud en las creencias y en los disimulos, para ser ella misma. El Pensador son todas las experiencias sexuales conocidas. Cuando se le identifica surge la persona libre que escribe: la autora.

martes, 2 de noviembre de 2010

La voz de Salwa Al Neimi.

Para conocer un poco más sobre El sabor de la miel, aquí tenéis una entrevista a su autora. Se llevó a cabo en la última planta del Instituo del Mundo Árabe en París. Está en francés.
http://www.dailymotion.com/video/xc7jwg_regard-028-la-preuve-par-le-miel-rl_creation

También se ha editado por parte de la Junta de Andalucía, una Guía de Lectura sobre el libro que nos puede aportar más información y otras perspectivas sobre esta sorprendente novela y su autora:

http://www.juntadeandalucia.es/cultura/opencms/export/download/bibhuelva/El-sabor-de-la-miel-Salwa-al-Neimi.pdf

PALPITACIÓN EN LA PORTADA . Josefina Núñez Montoya

Tiene que ser en noviembre, el uno de noviembre. Solo en ese día se puede visitar la tumba de Gérôme. Eso me dijo el guardia del cementerio de Montmartre, cuando se hizo escuchar con un silbato, cuando iba a cerrar la cancela gigantesca, al caer la noche.

“Baños árabes” es el título del cuadro de Gérôme que ilustra la portada del libro Tres gotas de sangre. Un artista francés, escultor y pintor, que viajó por los orientes del siglo XIX. También rico y aristócrata, como otros escritores y pintores románticos coetáneos, que ha sabido transmitir a través de sus obras, la emoción de lo asombroso y la emoción de que es posible cambiar lo continuo y lo que parece universal.

Yo lo busqué durante un tiempo. En cierta manera atraída por un cuadro que elegí para ilustrar un pequeña investigación que titulé Pigmalión en el saladillo, y que luego tomó más relevancia y propensión que el estudio mismo. Se veía a un príncipe Chipriota que había esculpido a una mujer, la más perfecta posible en su imaginación porque ninguna de las mortales le satisfacía. Fue tanto el realismo y perfección de su trabajo que no pudo contener acercar sus labios a los de la estatua creyendo que estaba viva. Un beso de amor que le da vida. El cuadro iniciático en mi pasada búsqueda inmortaliza ese momento. La vida está visible en unos tonos rosáceos que se difunden desde la boca hacia el cuerpo. Qué candorosa figura. Ella con un peinado griego recogido con cintas, los brazos elevados, se la ve desnuda por detrás, de pie, sobre un podium. El cambio de color nos dice que se despierta, que toma vida por el deseo de su creador. Es un instante de palpitación inicial que se refleja en el color gélido y blanco del mármol que se va impregnando del color sonrosado del calor de la vida, engañando a mi vista que lo ve avanzar. Claro que este instante, en su sentido e interpretación del mismo, podría desviarlo hacia quejas y argumentaciones reprochablemente machistas, así mismo, al acercamiento a interpretaciones bíblicas. Pero no quiero. Me place destacar la importancia del efecto que tiene las expectativas de un ser querido en otro, tomando como referencia esta leyenda romántica fuera de una relaciones simétricas entre hombres y mujeres propias de nuestro tiempo occidental.

Ese cuadro en concreto, me contaminó de una fuerza que me indujo a seguirlo durante un tiempo con cierta ofuscación. Primero, viajando a donde se encontraba, luego yendo detrás de otros, hasta terminar en París, al encuentro de su cuerpo muerto. También de su mausoleo. Aquel que él mismo esculpiera cuando su hijo murió, el único de sexo masculino de cinco hijos. Pero Montmartre lo tenía oculto. Si bien, la escultura de Zola se levantaba visible sobre un pedestal, arrogante y fuerte contra un viento invisible y la simpleza de una lápida de un granito negro exclusivamente, con una letras doradas marcadas con el apellido Truffaut, llamaban al paseante, en cambio, el lugar de descanso de Jean-León Gérôme también era irreconocible por cualquiera de los transeúntes del cementerio con los que me encontré. Solo el guardia supo indicarme su ubicación estirando el brazo entero y el dedo corazón en la dirección a una zona que, una vez vista, parecía una cueva que se formaba por una calle que subía girándose a la derecha hasta pasar por encima de ella misma, como un puente por arriba. Ese desnivel dejaba un hueco que habían tapiado con una pared blanca y con una enorme puerta de madera pintada de verde. Allí, en ese frío y extraño lugar, escondido del trayecto usual, se encontraba la tumba de mi tan buscado pintor, al que localicé casi de noche, en la soledad terrorífica de un cementerio y con un guardián arrugado y frágil que seguía mi insolencia. Pero no, era mayo. Habrá que esperar al próximo uno de noviembre para ver aquella puerta verde abierta y el mármol de aquel hombre muerto.

Y parece que falleció rodeado de académicos y personas de renombre, con cargos otorgados por su labor artística reconocida.

Vuelve a conmoverme su pintura. Con las tres gotas de sangre de Sadeq Hedayat contenidas en los relatos, el del inicio y el del final del libro; inclusive su título; inclusive en la imaginación de quien mire con interés la portada del libro y observe como una mujer blanca y serena está dispuesta a tomar un baño árabe para limpiarse. Vuelve a conmoverme, la composición de la escena tan exótica y oriental, el contraste de las acciones y de pieles, la postura quiebra y lenta para la limpieza ¿Quién habrá elegido la portada? ¿Hedayat elige a Gerôme? Lo cierto es que el sentido pesimista de la existencia la manifiesta Hedayat con su prosa magnífica soportada en las costumbres y tradiciones orientales que zarandea con fuerza, como si fueran parábolas de una nueva religión, como lo hiciera el pintor con su obra.


Acercándonos el erotismo del mundo islámico…

"Hay quién invoca a los espíritus. Yo invoco a los cuerpos. No conozco mi alma ni la de los demas, pero conozco mi cuerpo y sus cuerpos. Eso me basta".

Así da comienzo el libro El sabor de la miel de Salwa al Neimi, escritora de origen sirio asentada en París con la que abordamos nuestra lectura del mes de noviembre.

Sinopsis. La narradora y protagonista es una bibliotecaria que nos cuenta sus propias experiencias eróticas al mismo tiempo que nos da a conocer textos clásicos de la cultura árabe, milenaria, mucho más impregnada de erotismo de lo que todos pensamos. Además El sabor de la miel es un alegato a favor del sexo por el sexo para una mujer, fuera del matrimonio o de cualquier relación comprometida.


La obra y su autora. Al tratarse de una novela érotica escrita en árabe, la obra ha sido tanto prohibida en algunos países islámicos como aclamada en otros, ya que ofrece una imagen distinta de las mujeres árabes y la cultura musulmana. Al Neimi, sin embargo, rechaza de plano que la consideren pionera, ya que antes que ella hubo "muchas mujeres árabes que han escrito sobre sexo", y está convencida de que los textos antiguos que cita en su obra "son mucho más audaces" y "mucho menos tímidos" que ella.

Para Al Neimi, la lengua árabe es el idioma del sexo. Los textos clásicos a los que se refiere utilizan, sin pudor, gran cantidad de vocabulario relativo a las partes del cuerpo y al deleite sexual. Los textos de autores clásicos son textos cultos, inaccesibles para la gran mayoría de la gente en tiempos premodernos (véase "El Islam y el placer sexual" de L. Bernabé y "Esparcimiento de corazones", Al Tifasi [reseña] de M. Moreno en Áraboislámica). En contraposición a esta riqueza expresiva medieval, la autora critica que los árabes actuales, debido a la represión sexual, utilizan otros idiomas para hablar de sexo".



1 (Dos amantes. Dibujo de Reza Abbasi, famoso pintor iraní de la corte del Shah Abbas (S.XVI)).


El sabor de la miel se publicó en España en 2009 después de un largo recorrido desde su primera publicación en 2007. Está prohibido totalmente en su país natal, Siria y para los menores de 18 años en el Líbano, la novela se ha divulgado con éxito en países como Marruecos y Túnez, se ha traducido a casi veinte idiomas y se ha publicado hasta la fecha en EE.UU., Francia e Italia. La autora comentó para EFE Madrid, que "el interés que está teniendo en todo el mundo es precisamente porque rompe clichés y habla de otras cosas de las que se habla normalemente cuando se refieres a mujeres árabes y o a la cultura musulmana".

Para el próximo jueves, 4 de noviembre proponemos la lectura hasta la página 51. Os recordamos también que el mismo libro se está leyendo en el club de lectura de la Fundación Tres Culturas.

Deseamos pues inspirar vuestro interés por este libro y animaros al intercambio de opiniones y reflexiones también desde nuestro blog.